Padre Celestial, te damos gracias por reunirnos y llamarnos a vivir como tus discípulos.
A través de tu Hijo, Jesús, nos has encomendado la gran misión de evangelizar y construir tu Reino en el mundo.
Envía tu Espíritu Santo para que guíe nuestro trabajo hacia la renovación espiritual de nuestras familias y de nuestra parroquia.
Llena nuestros corazones con tu amor para que podamos apreciar nuestra diversidad y usar nuestros dones para servirte mejor.
Confiamos nuestra familia parroquial al cuidado de María, la Madre de Cristo Rey, y pedimos su intercesión al dar testimonio de la Buena Nueva.
Amén
(Para aquellos que desean pero que por cualquier razón no pueden recibir la sagrada comunión)
Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento.
Te amo sobre todas las cosas, y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma.
Pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno del todo a Ti.
Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti.
Amén